Este psicólogo lo afirma categóricamente: todas las personas que tienen estos dos recuerdos de la infancia son más felices en la edad adulta.

La felicidad también se juega durante la infancia, y estas son las señales que indican que tenías todas las posibilidades de ser feliz.

¿Y si nuestros recuerdos de la infancia pudieran determinar, o no, nuestro nivel de felicidad en la edad adulta? Entonces, lo sabemos: para ser feliz, lo más importante es saber disfrutar del momento presente, rodearse de relaciones de calidad y encontrar un verdadero sentido a la vida. Pero la infancia, y en particular los recuerdos que podemos tener de ella, desempeñan un papel fundamental en nuestra relación con la felicidad.

Según un estudio publicado en 2018 en la revista Health Psychology, descubrimos el verdadero poder de la memoria sobre nuestra vida: «Sabemos que la memoria desempeña un papel fundamental en la forma en que percibimos el mundo, en cómo organizamos nuestras experiencias pasadas y en cómo juzgamos cómo debemos actuar en el futuro», explicó el Dr. William J. Chopik, primer autor del estudio. Así, el informe reveló que los buenos recuerdos parecen tener «un efecto positivo en la salud y el bienestar, probablemente al reducir el estrés o ayudarnos a tomar decisiones saludables en la vida».

El impacto de los recuerdos en la felicidad

Según los resultados del estudio, se ha descubierto que dos recuerdos concretos de la infancia pueden influir en nuestro nivel de felicidad en la edad adulta

Según los resultados del estudio, se ha descubierto que dos recuerdos concretos de la infancia pueden influir en nuestro nivel de felicidad en la edad adulta. Aunque se recopilaron datos de más de 22 000 personas para esta investigación, los resultados mostraron que las personas que habían recibido más afecto de su madre tenían menos probabilidades de desarrollar síntomas depresivos o problemas físicos en la edad adulta.

Así, entre los primeros recuerdos determinantes de la infancia se encuentra el afecto: «Estos resultados pueden reflejar el contexto cultural más amplio de la época en la que se criaron los participantes, ya que las madres eran muy probablemente las principales cuidadoras de los niños».

El afecto y el apoyo: elementos clave

El segundo recuerdo a tener en cuenta según el estudio es el apoyo: «Cabría esperar que los recuerdos de la infancia tuvieran cada vez menos importancia con el paso del tiempo, pero estos recuerdos permitían predecir una mejor salud física y mental en la madurez y en la vejez».

El estudio concluyó finalmente que «los recuerdos de un fuerte afecto parental durante la primera infancia se asociaban con una mejor salud percibida y una disminución de los síntomas depresivos en períodos de entre 6 y 18 años».